viernes, 29 de marzo de 2013

Carrera presidencial: aprestos de De La Sota, Lavagna y Massa por si se cae Scioli


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El gobernador bonaerense con el calendario a favor.
El fenomenal castigo que el gobierno nacional le está aplicando a Daniel Scioli se está diferenciando de otros episodios anteriores en al menos dos aspectos: es más prolongado y más grave. Además, ya no se trata del ataque de personajes menores como Gabriel Mariotto sino que Julio De Vido, un moderado a ultranza, les da indicaciones a los intendentes bonaerenses para que ignoren a la gobernación. Diana Conti aclaró ayer que el gobierno no intenta echar a Scioli sino simplemente disciplinarlo. Esta definición merece una lectura entrelíneas. Disciplinarlo podría incluir -o no- deteriorarlo para que pierda la capacidad de ser candidato presidencial en el 2015. En torno a la presidente las opiniones van y vienen. Los más moderados le aconsejarían que domestique al gobernador pero sin excluir la posibilidad de que termine siendo su sucesor en caso de que la reforma constitucional sea imposible. Otros, en cambio, estarían machacando fuertemente con la siguiente postura: la posibilidad de la reelección deberá jugarse hasta las últimas consecuencias, pero si fracasa, habría que pensar en un candidato que sea incondicional de ella. Y agregan que, si después de octubre Scioli sigue en pie como el candidato más sólido del PJ, este hecho sería suficiente como para tirar abajo el operativo reformista. Es que, ante la difícil batalla que se viene para conseguir los dos tercios de los votos en el Congreso para sancionar la ley de reforma, no pocos gobernadores podrían plantear que, estando Scioli tan bien posicionado, lo mejor sería que CFK se resigne y dé un paso al costado. Por esto es que en Olivos hay cada vez más interés en que el ex motonauta caiga en las encuestas. O que sea nuevamente candidato a diputado nacional, lo que lo colocaría en una posición de extrema debilidad.
La intensidad de la ofensiva tiene ya otros ecos. Dentro del peronismo no kirchnerista empiezan a sacarse conclusiones. Por ejemplo, si el cerco financiero y el descalabro de la administración provincial terminan por hacer caer la imagen positiva de Scioli, y a la vez la presidente no consigue que sus listas de candidatos salgan bien paradas en octubre, se abriría el camino para un nuevo candidato presidencial del peronismo que no provenga del oficialismo pero que sí pueda captar a los miles de kirchneristas que intentarían expiar sus pecados.
José Manuel De La Sota está cada vez más activo en la búsqueda de esta chance. El jueves de la semana que viene participará de una nueva cumbre con Hugo Moyano y Roberto Lavagna y días atrás desembarcó en Buenos Aires -en el Partido de Moreno- tanteando el terreno para su instalación territorial. El gobernador cordobés avanza en la construcción de un frente propio con parte de los ex reutemistas de Santa Fe, también conversa con Juan Manuel Urtubey y amplía sus acuerdos con los Rodríguez Saá. Sabría también que sus buenas relaciones con José Luis Gioja, Gildo Insfrán y Jorge Capitanich podrían permitirle capitalizar una eventual crisis del sciolismo.

Un juego para tres

Claro está que De La Sota tiene competidores para el caso de que Scioli pierda terreno. Uno es Roberto Lavagna que, en sus conversaciones con Mauricio Macri para analizar la posibilidad de ser el primer candidato a senador nacional del PRO en la Capital, no ocultaría su intención de ser nuevamente candidato a presidente en el 2015. Su cálculo es que, si gana este año en la Capital por una buena diferencia, peronistas moderados, kirchneristas en retirada y también sectores del radicalismo podrían ungirlo como el primer candidato de la oposición. Pero siempre hay un problema. Este proyecto asustaría al jefe de gobierno porteño, que sospecharía que si Lavagna se encumbra, él será el principal perjudicado en sus ambiciones presidenciales. A esto se suma que dentro del PRO la resistencia al ex ministro de economía de Kirchner es grande y que Jaime Durán Barba, el asesor número uno de Macri, se opondría a una alianza con él por la misma razón que en el 2011 rechazó la posibilidad de un frente con Eduardo Duhalde. Según el ecuatoriano, el compromiso electoral con un sector del peronismo puede deteriorar la impronta de nueva política que el PRO intenta conservar como su sello distintivo.
Así las cosas, da la impresión de que Macri finalmente optará por Gabriela Michetti y Federico Pinedo para senadores. De ocurrir esto, el camino para el proyecto de Lavagna se angostaría. Éste debería arriesgarse a competir en capital sólo con el apoyo de la CGT moyanista y otros sectores peronistas. Pero sus chances de llegar a ser senador por la minoría no serían muy altas, porque Pino Solanas se viene posicionando bien a partir de su alianza con Elisa Carrió y el Frente para la Victoria conservaría cerca del 20% aun volviendo a presentar a Daniel Filmus como candidato.
El tercero en carrera para capitalizar una hipotética salida de pista de Scioli es Sergio Massa. Su falta de historia entre la dirigencia peronista la compensa con excelentes números en las encuestas, cada vez más prudente, Massa eludiría la confrontación con el cristinismo y no se presentaría este año a diputado nacional, aunque intenta apuntalar una lista que estaría encabezada por Felipe Solá y Malena Galmarini. Quedándose en Tigre, Massa creería que el tiempo jugará a su favor, o sea que Scioli se deterioraría y De La Sota chocaría, como ocurrió en el 2002, con encuestas que lo evalúan modestamente.
A todo esto y en su momento más critico, Scioli parece apostar a resistir, porque el calendario corre a su favor. Si soporta el castigo algunas semanas más, se acercaría el tiempo de la presentación de listas para las primarias del 11 de agosto y el cristinismo ya no podría continuar incendiando Buenos Aires porque entonces cometería harakiri. Cuando empiece la batalla electoral, el gobierno necesitará que la administración provincial funcione normalmente, que los sueldos se paguen en fecha y que Scioli aparezca sonriente en las tribunas junto a Alicia Kirchner.

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