miércoles, 20 de marzo de 2013


Una devoción cada vez más profunda por el "fratello papa"

Cerca de 200.000 personas celebraron en la Plaza San Pedro cada gestode Francisco, que hizo un largo recorrido a bordo de un jeep blanco.
ROMA.- Si la Iglesia fuera un fenómeno meteorológico, sus especialistas estarían enviado el siguiente mensaje: ¡Atención, peligro de devoción planetaria!
Ésa es por lo menos la conclusión a la que hubiera llegado ayer un extraterrestre si hubiera tenido la peregrina idea de aterrizar en Roma antes, durante y después de la celebración de la misa inaugural del papa Francisco en la Plaza San Pedro: un océano de gente que comenzó a inundar las calles de la ciudad desde las siete de la mañana, pantallas de televisión gigantes por todas partes y una urbe de fiesta, dispuesta a festejar la llegada de un pontífice que, en apenas seis días, ha conseguido despertar optimismo y la esperanza en todo el mundo.
Y hablando de clima, hay incluso quienes lo sospechan de hacer algunos ínfimos milagros.
De lo contrario, ¿cómo explicar el sol radiante que bañaba ayer la ciudad, si no había dejado de llover durante más de dos semanas y mientras el norte de Italia está sumergido en la nieve, el frío y las intemperies?
Y, sin embargo, la ceremonia debía ser absolutamente formal: 132 delegaciones oficiales encabezadas por reyes, príncipes, presidentes, primeros ministros y otros . Una misa solemne, donde el flamante pontífice debía recibir los atributos de su función en medio de la más definitiva solemnidad.
La verdad es que tanto buen humor, tantos cantos, bombos, banderas y algarabía parecían fuera de lugar.
"¿Será que este papa le está cambiando el humor al mundo?", bromeó un miembro de la delegación oficial francesa que acompañaba al primer ministro Jean-Marc Ayrault.
Gestos y expresiones del papa Francisco durante la ceremonia de asunción.  Foto: AFP
Foto 1 de 10
Los que antes de comenzar la celebración no reían demasiado eran, naturalmente, los miembros de las fuerzas de seguridad.
Un millón de personas suplementarias en una ciudad de la noche a la mañana no es un juego de niños", advirtió Francesco Runi, uno de los adjuntos del prefecto de la ciudad.
Era verdad. Pero Runi no tenía por qué preocuparse: todo se desarrolló en el mejor de los mundos, antes y después.
Finalmente no fueron un millón, sino 200.000 las personas que inundaron la Plaza San Pedro. Y todas estaban ahí mucho antes del comienzo de la celebración, prevista para las 9.30.
Un poco antes de la hora, el primer papa venido de América, elegido sorpresivamente el miércoles pasado cuando en realidad no figuraba entre los favoritos, apareció a bordo de un jeep blanco totalmente descubierto para hacer un largo recorrido de esa maravillosa plaza, al son de triunfales trompetas.
De pie y sonriente, Francisco saludó a la gente que entre aclamaciones, lo recibió con un mar de banderas de todos los países del mundo.

PULGAR ARRIBA

Acompañado en el vehículo por su flamante secretario privado Alfred Xuereb y su mayordomo Sandrone Mariotti, que hace escasas semanas estaban al servicio de Benedicto XVI, ese papa tan argentino en sus gestos levantaba de vez en cuando el pulgar en signo de complicidad, y besaba a chicos y bebes con manifiesta ternura.
El gran momento de emoción se produjo cuando pidió a su chofer que se detuviera y bajó del jeep para besar y bendecir a un cuadripléjico que lo esperaba a la vera del recorrido.

Dicen los especialistas que es la primera vez que un pontífice se baja del papamóvil y hace algo parecido. Pero, aunque no fuera así, una vez más Francisco cautivó con ese gesto los corazones de centenares de miles de personas.
A ambos lados del altar, esperaban pacientemente prelados y personalidades políticas.
A la derecha, 250 cardenales, obispos y arzobispos, grandiosos con sus capas de ceremonia y sus mitras del mismo color. A la izquierda reyes, príncipes, presidentes y jefes de gobierno, rigurosamente vestidos de negro excepto las reinas católicas, únicas autorizadas a vestirse de blanco en presencia del Papa.

CEREMONIA

Imponente fue también la ceremonia dentro de la Basílica de San Pedro, donde el nuevo pontífice fue a arrodillarse ante la tumba de Pedro, el primer pescador de almas.

Custodiado por sus pares en la iglesia más bella de la tierra, el papa Francisco pareció profundamente conmovido por primera vez mientras, afuera, la gente seguía cada uno de sus gestos en un silencio sobrecogedor.
El mismo silencio respetuoso y atento que lo acompañó cuando recibió su anillo de pescador y su palio, esa estola de lana pura de ovejas, esquiladas únicamente en Semana Santa en el monasterio de las monjas benedictinas de Santa Cecilia del Trastevere.
La asistencia siguió la misa con igual devoción y escuchó la homilía a veces con los ojos cerrados, para no perder una palabra.
Cuando todo terminó, y ese hombre a quien muchos italianos ya llaman " fratello papa" (hermano papa) entró a la Basílica para ocuparse de los grandes de este mundo, alguien desplegó una inmensa banderola que evocaba las palabras que Dios pronunció al santo de Asís: " Francesco va e ripara la mia casa " ("Francisco ve y repara mi casa").
Si el tiempo le alcanza, es muy probable que Francisco lo consiga.

No hay comentarios:

Publicar un comentario