Los abrazos se sucedían interminablemente, anoche, en el salón principal del Museo de Arte de Tigre, donde Sergio Massa se refugió junto con su familia, amigos y aliados después del discurso con el que lanzó oficialmente la campaña del Frente Renovador.
Las felicitaciones giraban en torno a la dureza con la que el intendente de Tigre había abordado al Gobierno, del que se alejó más que nunca al rechazar terminantemente la re-reelección presidencial y defender la independencia de la Justicia.
Sin embargo, Massa no disparó anoche contra el Gobierno sólo para diferenciarse de Cristina. Lo hizo para terminar de hundir a su principal competidor por el voto del peronismo disidente, el diputado Francisco de Narváez.
Nada personal, sólo negocios. Encuestas, le repiten al tigrense que buena parte de los bonaerenses que hoy dicen que lo votarían no sólo se sienten cercanos al kirchnerismo, sino que todavía creen que Massa es el candidato del Gobierno.
Massa reconoce que sus números en las encuestas cambiarán cuando Cristina Kirchner dedique cada segundo de la campaña a recordarle a cada bonaerense que Ella no es Massa. "Por eso lo que más nos importó de las encuestas fue comprobar que De Narváez quedaba tercero o cuarto, lejos", repetían ayer en su entorno.
Sucede que, una vez que el kirchnerismo logre su objetivo de expulsar definitivamente a Massa del imaginario oficialista, el tigrense necesitará cada voto que le puedan dar quienes no comulgan con el Gobierno. En especial, los que hoy votarían a De Narváez.
Mientras más lejos esté De Narváez, más chances tendrá Massa de tentar al "voto útil" de quienes quieren ver perder al kirchnerismo. Por eso ayer apuntó contra la re-reelección, el arma con la que lo ataca De Narváez para asociarlo a la Casa Rosada.
No será el único camino. "¿No viste todas las veces que dijo en el discurso que él conocía los problemas de los bonaerenses porque vive en la provincia?", preguntaba ayer uno de sus aliados, con media sonrisa en el rostro.
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