Debate sobre su lado positivo y nuevas aventuras en la Web
La infidelidad hoy. La red social para infieles casados más grande del mundo llegó en marzo al país y ya tiene 85 mil usuarios. Especialistas discuten sobre los supuestos beneficios del después de una trampa al amor.
“Hice algo horrible, con Silva. No quería que pasara, pero pasó”, revela Ana. A Martín le estallan los ojos. Ella tuvo sexo con su jefe y la confesión los tensa, se culpan. Es una escena de la tira En Terapia, emitida por la TV Pública. Ana, siempre impecable, es ejecutiva de cuentas. Martín, informal al extremo, petisero. El vínculo entre ambos había nacido de un engaño: Ana le fue infiel a su ex marido con él. Dos capítulos –o sesiones– después, la pareja llega al consultorio. Están desbordados. Le piden a Guillermo Montes, el analista, que los ayude: “Vinimos para terminar las cosas. Nos vamos a divorciar”. Pero el terapeuta retruca: “A lo mejor pueden resolver este proceso desde adentro y no desde afuera. ¿Qué están dejando en el camino? Diez años juntos, un hijo, el amor. ¿Es imposible pensarlo?”.
Para el analista, personaje interpretado por Diego Peretti, en esa pareja “algo sigue vivo”. Le dice a Martín –Leonardo Sbaraglia– que debe correrse del lugar de víctima y reconocer que su fortaleza consiste en perdonar a su mujer. A Ana, encarnada por Dolores Fonzi, le explica que la mentira es algo que le sucede a la pareja: “Te pasó a vos y también le pasó a Martín. Te heriste vos y lo heriste a él”. Lejos de la ficción, los especialistas coinciden en esta nueva mirada sobre la infidelidad: una desilusión logra que una pareja se vuelva a elegir. Puede funcionar como un disparador para que dos personas regeneren el vínculo.
La infidelidad pasó de ser algo no dicho (o sólo intuido) a visibilizarse. De hecho, cada vez hay más formas para involucrar a un tercero. Una de ellas está a un click de distancia y es un boom en nuestro país: páginas de citas para maridos y esposas infieles que, claro, aseguran discreción. Second Love es una opción. La versión local llegó en marzo y ya tiene 85 mil usuarios. Según una encuesta a los argentinos registrados, el 45% de los hombres argumentó que son infieles para probar “algo nuevo o excitante”. Las mujeres, en cambio, dijeron que engañan a sus esposos para salir de la rutina. Otro sitio es AshleyMadison.com. Cuenta con 75 mil argentinos inscriptos, de los cuales el 87% nunca se divorció y el 81% tuvo al menos un amante.
“Hombres y mujeres vivimos nuestra sexualidad de manera diferente. Ellos necesitan reafirmar su masculinidad y se ponen a prueba con distintas mujeres. Necesitan verificar que están ‘siempre listos’. Las mujeres, en cambio, dicen que establecen relaciones con un tercero porque se sienten miradas o a ese ‘otro’ le interesa lo que dicen. Más allá de las razones, una pareja que decide atravesar esa crisis de infidelidad sale enriquecida. Es doloroso, pero en ocasiones logra que una pareja se vuelva a elegir”, apunta Diana Resnicoff, psicóloga y sexóloga clínica.
Pero antes del posible reencuentro, el caos. La infidelidad puede ser pensada como la ruptura del acuerdo del “uno para el otro”. Para Patricia Alkolombre, psicoanalista y miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), ese quiebre significa una traición. “Hay dos caminos: capitalizar el fracaso o rendirse. El engaño con un tercero, es una encrucijada más de la vida en pareja. Y puede no ser el final de una relación sino el comienzo de un nuevo camino, el del conocimiento del otro y de sí mismo”, explica.
La infidelidad, es obvio, sucede. Sin embargo, quienes lo observan como el principio del fin de la monogamia, están, por lo pronto, errados. Darío Sztajnszrajber, filósofo, propone alejarse de la idea tradicional y reformular el significado del desengaño amoroso: “Si podemos desprendernos de la fórmula que relaciona el amor con la posesión, si no confundimos el matrimonio como un contrato jurídico, y repensamos al amor como un acto de donación, la noción de infidelidad cambia. La infidelidad es un signo de alerta, no la muerte de la monogamia. Se exploran nuevas formas vinculares a partir del agotamiento de la monogamia tal como la conocemos”.
¿Entonces qué es lo que atenta contra la monogamia? “El deseo –arrima Pedro Horvat, psicoanalista y miembro de APA– que circula todo el tiempo, sin distinguir género, y nos marca a las personas sexuadas”. Pero esto no significa que establezcamos vínculos con cada persona que nos seduce. “En el fondo, todos tenemos pretensiones de exclusividad, de querer ser el único para el otro. Por eso, cuando una pareja se rompe, cada uno busca el binomio. Y volvemos a entrar en conflicto con el deseo”, suma Horvat.
Una copa rota. En eso se convierte una pareja que decide seguir adelante con su relación a pesar de “los cuernos”. El cristal fracturado siempre estará ahí, habrá que convivir con él durante el reencuentro. Las estrías del vidrio están incluidas en el nuevo contrato amoroso. “Sólo es posible continuar si hay un acuerdo basado en el amor. Sostener la relación por los hijos o con culpa, no es resolver el conflicto. Debe abrirse un canal de diálogo, recuperar la intimidad y la vida sexual, darse tiempo para estar con el otro y poner en palabras los logros conseguidos”, aconseja Walter Ghedin, psiquiatra y sexólogo.
Visible o no, siempre hay un tercero. La fantasía –los ratones– es el combustible que mueve a las personas. Para Silvina Valente, vicepresidenta de la Sociedad Argentina de Sexualidad Humana (SASH), un tercero opera como motivador. “Es alguien que pone a prueba nuestra autoestima. Puede incentivarnos para reconquistar desde otro lugar a nuestra pareja. Ante una desilusión amorosa, si el otro asegura que nos ama tendremos que analizar lo positivo y lo negativo de la relación, y cómo se podría optimizar. Perdonar nos acerca a la felicidad y si hay amor, no hay razón para que un tercero nos separe”, indica Valente. Pensar qué es lo que no funcionó no es lo mismo que “echar culpas”. Como le dijo Montes a Ana, en esa serie de tevé, “es algo que le pasa a la pareja”. Recuerden: la copa rota. Con los pies en el plano real, cierra Valente: “La infidelidad no tiene que ser un fin sino un renacimiento”. ¿Valdrá la pena entonces poner el cuerpo en la rompiente?
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