Las fotos del vestuario visitante del Morumbí, donde anoche fue agredido el plantel de Gorosito, reflejan la locura ocurrida anoche.
Todo era confusión. El segundo tiempo debía ponerse en marcha cuando llegó el aviso desde el vestuario visitante que los jugadores de Tigre habían sido agredidos por gente del San Pablo. Minutos después, el árbitro dio por terminado el partido y la Conmebol les entregó la Copa Sudamericana a los brasileños. Entonces, ellos, los agredidos, se enteraron de que todo había terminado, que el sueño se había desvanecido antes del final.
Luego, llegaron las palabras de los jugadores, de su bronca por lo que había pasado en toda su estadía en San Pablo, que había culminado con las agresiones no sólo de efectivos de seguridad del club local –con un culatazo al arquero Albil incluido- sino también con la agresión de la Policía brasileña.
Y esta mañana, mientras ellos retornaban, casi sin dormir, a Buenos Aires, en Brasil se conocían imágenes de cómo había quedado el vestuario, ese donde nadie cuidó al plantel de Tigre. Las fotos hablan por sí solas: sangre en las paredes y puertas rotas son ejemplo de que en ese lugar sí pasaron cosas y que no fue un invento argentino.
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