viernes, 31 de mayo de 2013

¿Fin de ciclo o crisis pasajera? 

Todos se preguntan por el futuro del "cristinismo-kirchnerismo". La economía y la radicalización política como herramienta de supervivencia y también de autodestrucción. 
Por Mario Fiore - mfiore@cimeco.com - Corresponsalía Buenos Aires
Cristina Kirchner y su gobierno están enfrentando el dilema de la sucesión presidencial o, para decirlo con mayor claridad, están escribiendo el capítulo decisivo de la novela kirchnerista, en el cual se sabrá si habrá o no "otra década ganada más", como pidió la Presidenta el sábado último en Plaza de Mayo. El veredicto está a la vuelta de la esquina: en dos meses y medio hay elecciones primarias y en cuatro meses elecciones que cambiarán la composición del Parlamento, del que dependerá la posibilidad de que el oficialismo encare una reforma constitucional que habilite a la Presidenta a un tercer período o no.
El sociólogo y doctor en filosofía Marcos Novaro (UBA) describió la semana pasada, en un seminario organizado por la oposición en el Senado para analizar la década K, el delicado momento por el que atraviesa el gobierno nacional. "Hemos pasado del temor a la chavización, al temor de un desgobierno", manifestó.
Novaro planteó que en la historia argentina hubo otros gobiernos hiperpresidencialistas "pero éste es el primero que intenta producir un cambio de régimen, pasar de un sistema político a otro".
Cualquier abordaje de la actual situación política del gobierno de Cristina Kirchner, intrínsecamente ligada a la situación económica del país, debería tener como uno de sus ejes de debate esta voluntad de cambiar el sistema institucional que expresa el kirchnerismo cada vez con mayor convicción, que saltó del abstracto "vamos por todo" a hechos concretos como la reforma del Poder Judicial o el manotazo a los dólares de origen no santos que se concretará con la ley de blanqueo de capitales aprobada el miércoles por el Congreso.
Las acciones ejecutadas en los últimos meses por la administración K ponen de relieve estas dudas que Novaro manifiesta cuando plantea la posibilidad de que en lugar de estar radicalizándose para lograr lo que consiguió el chavismo -perpetuarse detentando la suma del poder público-, el oficialismo argentino estaría en cambio desandando un camino lleno de tropiezos y errores políticos y económicos tan gruesos que permiten preguntarse si no se está autodestruyendo, si no se está devorando ciegamente parte del capital político que la Presidenta obtuvo hace menos de dos años.
Hay varias señales, como marca Novaro, que indican que el Gobierno está autodinamitándose por emparchar el modelo económico que funcionó bien hasta hace unos años y no replantearlo integralmente (por temor a pagar costos políticos).
La secuencia económica se puede describir con las imágenes concatenadas de una inflación creciente que arrancó en 2006; el gasto público expansivo, que crece año a año solventado por la Anses y el Banco Central; la fuga de dólares (74.000 millones desde 2008); decenas de millones de dólares que se necesitan este año para importar combustibles producto del fracaso de la política energética; el cepo cambiario y el freno a las importaciones para sostener el superávit comercial y compensar lo que se va en energía; y, como novedades de 2013: el blanqueo de capitales a fin de hacerse de dólares en negro (ya que el mundo no le quiere prestar a la Argentina) para financiar obras de YPF (que buscan evitar la sangría de divisas que se van en la importación de combustibles) y/o reactivar el mercado inmobiliario (frenado por el cepo cambiario).
Como frutilla del postre, el control militante de precios. Todo esto habla claramente de que el modelo económico se encerró en sus propias falencias y no puede sacarle provecho a sus viejas virtudes, que tantos resultados dieron durante los primeros seis años. La generación de empleo está estancada y el crecimiento del PBI cayó de 7,5% (promedio anual 2003-2011) a menos de 2%.
Volviendo a la exposición de Novaro, el intelectual sostuvo que hay una entropía entre la política y la economía K que alimenta la radicalización, esa herramienta de construcción de poder que caracteriza al kirchnerismo. Según el sociólogo, el método del kirchnerismo es concentrar poder y por eso opta por políticas que favorecen la polarización, como la mayor intervención estatal en la economía. "Hay afinidades electivas", recalca Novaro.
En este orden, el kirchnerismo está desplegando una serie de medidas preelectorales que hablan tanto de su voluntad de cambiar las reglas del sistema institucional para seguir concentrando poder (el ya mencionado "vamos por todo") como de un gen "maldito" que lo lleva a obcecarse en errores que podrían licuarle el poder hasta ahora concentrado.
El acto del sábado pasado en Plaza de Mayo, en el cual el kirchnerismo intentó dar muestras de vitalidad reuniendo militantes, independientes y mucho aparato peronista del conurbano y del interior del país, fue una respuesta de la Casa Rosada a un clima electoral que no viene como en 2011 y se parece al de 2009, cuando el oficialismo perdió.
El control de precios que harán militantes y funcionarios de los gobiernos municipales aliados al kirchnerismo, el congelamiento de 500 productos básicos en los súper, el lanzamiento del blanqueo de dólares que busca frenar indirectamente la subida del "blue" y a la vez reactivar la economía transformando en "honorables acreedores" del Estado -como dice el economista y diputado Claudio Lozano- "a quienes evadieron y lavaron plata" y entren al jubileo comprando el nuevo bono en moneda estadounidense que emitirá Economía (el Baade), nos acerca entonces a la idea de un gobierno que está jugando un partido "colgándose del arco", intentando que pasen cuanto antes las elecciones para asegurar un resultado lo más decoroso posible.
Mientras tanto, Julio De Vido, el ministro de Planificación -convertido en el verdadero ministro del Interior- cultiva la lealtad de los intendentes prometiéndoles obras frescas para inaugurar antes de los comicios (del Plan Más Cerca, Más Municipio) y milita sin disimulo la continuidad de "la Señora Presidenta" más allá de 2015.
En las filas opositoras hay entusiasmo y todo el mundo habla de un fin de ciclo. Creen que el Gobierno les ha dado los instrumentos para ganar la contienda electoral, no sólo la del Congreso, lo que servirá para que el sueño de la re-reelección se entierre y Cristina deba negociar con todo el peronismo quién será su sucesor, sino también la del Consejo de la Magistratura, ya que si la Corte Suprema no acepta frenar la ley de reforma del Consejo y finalmente hay elección de consejeros en las legislativas, habrá una lista de unidad de toda la oposición que provocará un River-Boca entre la lista de candidatos por una "Justicia independiente" y una "Justicia K". En este escenario, la oposición también se tiene fe.
Entre los adherentes más fieles a la figura de la Presidenta creen que ésta tendrá un rapto de pragmatismo, propio del peronismo, y enderezará el rumbo económico. Pero en el oficialismo menos radicalizado, es decir menos cristinista, hay especulaciones sobre un posible fin de ciclo y hacen juegos a dos y a tres puntas de cara a las elecciones venideras. Nunca se vio, como en esta oportunidad, tanto desconcierto en la principal provincia del país, la de Buenos Aires. Hay armados provisorios que contemplan a los mismos actores -Daniel Scioli y 
Sergio Massa- jugando abierta o secretamente con el gobierno nacional y también en contra.
Faltan sólo dos semanas para la presentación de las alianzas y un mes para la presentación de la listas. El futuro del kirchnerismo está, como dijimos, a la vuelta de la esquina.
 



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