Joaquín Díaz Bonilla fue el héroe del Elefante: con un drop con el tiempo cumplido, le dio el triunfo 27-25 sobre Newman en la definición del certamen; "Sabíamos que se iba a definir al final y así fue", dijo el apertura.-
La fracción de segundo que transcurrió entre el impacto y el momento en que la pelota pasó por el medio de la hache se hizo eterna. Como en una película de suspenso, el tiempo se redujo a una cámara lenta que puso en jaque a los 6000 corazones que palpitaban la gran final. Y cuando el drop de Joaquín Díaz Bonilla mutó en victoria y el inmediato silbatazo indicó que Hindú era otra vez campeón, la película se aceleró de golpe. En un instante, la cancha se tiñó de celeste y amarillo y una montaña humana sepultó al héroe de la tarde para luego idolatrarlo en andas.
En una definición que quedará en la historia, Tito Díaz Bonilla acertó un gigante drop de 41 metros cuando el tiempo regular ya se había cumplido que le dio a Hindú el triunfo por 27-25 sobre Newman y el título del Nacional de Clubes.
"Tardó en bajar la pelota", dijo Tito. "Un par de jugadas antes ya me había hecho la idea de que lo iba a patear y empecé a pensar positivo; Sabíamos que se iba a definir al final, y así fue."
Seis títulos nacionales y ocho de la URBA en 20 años no pueden ser obra del azar, como tampoco haber ganado consecutivamente el cetro local y el Nacional de Clubes. Pero sí es cierto que, como pocas veces, esta conquista tuvo nombre propio. Amén de que Hindú haya sido el mejor a lo largo de todo el certamen. "Jugamos en general un buen Nacional de Clubes", valoró el 10. "Hay que disfrutarlo. Estas cosas no se dan todos los días. Es un torneo durísimo y enfrentamos a un gran equipo. "
De hecho, si Newman hubiese ganado nadie podría haber dicho que era injusto. En los últimos minutos, parecía que la suerte estaba echada y Newman conseguiría el primer título en su historia. El "¡Dale bordó, dale bordó!" de las tribunas regaba la cancha de Benavídez y contagiaba la defensa local, que hacía infructuosos los embates del visitante.
Hindú había hecho un gran primer tiempo, poniendo mucha presión sobre el rival y explotando con sus backs. Así llegó tres veces al in-goal (Lautaro Bávaro, Bautista Álvarez y Sebastián Cancelliere). Newman se mantenía en partido gracias al try de Carlos Uranga y los penales del infalible Gonzalo Gutiérrez Taboada (20 puntos, 7/7 a los palos), muchos de ellos conseguidos en virtud de la supremacía del scrum.
En el segundo tiempo, Newman pudo controlar más la pelota y pasó al frente con tres penales más (25-21). A falta de 10 minutos, Severiano Escobio acertó un penal y dejó a Hindú al alcance de una patada. Intentó primero Hernán Senillosa, pero la pelota se le cayó de las manos.
Parecía que las esperanzas del Elefante se esfumaban cuando a dos minutos del final cometió un knock-on en ataque y cedió la pelota, pero Newman falló en el control y le devolvió la ilusión. "Nos dan una vida más", le dijo en ese momento Nicolás Fernández Miranda a su hermano Juan, la dupla de entrenadores.
"Cuando tuvimos el scrum en las 40 ya le había dicho a Felipe [Ezcurra] que avanzáramos corto con los forwards para acercarnos. Había que patear el drop, ya que por afuera nos estaban marcando bien". El relato de Díaz Bonilla corresponde a los últimos segundos del tiempo regular. Cuando ejecutó su obra maestra, ya se había cumplido.
Tito llegó a Hindú a los cinco años. Es hijo de Diego, que jugó en el club en los 70, y hermano menor de Santiago, Nicolás y Francisco. Este último, el Zorro, es uno de los trymen históricos de Hindú y hasta ayer el más famoso de los cinco. Goleador de Hindú en el certamen (119 puntos), Tito le cedió la función de pateador a Severiano Escobio tras un golpe en la cadera que sufrió en el partido de cuartos de final ante Pucará. "No estaba al 100%, pero tuve la suerte de que esa pelota entró. Se deja mucho por esto, y esta vez se nos dio". Cuando Hindú necesitó un héroe para suplir las carencias colectivas, ahí apareció él. "Ojalá no me acostumbre nunca a salir campeón". Jugando así, va a ser difícil.
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