sábado, 2 de marzo de 2013


Decidida a reafirmar su poder y con guiños hacia el futuro

Dijo que no plantea reformar la Constitución y que se jugará "la vida" por defender su proyecto.
Un chasquido de dedos alcanzó para que uno de sus secretarios privados, Martín Aguirres, le acercara sus lentes. Ella se tomó el tiempo para limpiarlos, acomodó un cúmulo de carpetas y papeles, tomó agua y se lanzó a la larga exposición.
Con una buena dosis de ironía dijo que no reformará la Constitución, jugó la interna peronista con claros límites enDaniel Scioli y Sergio Massa y corrió el eje para imponerle a la Justicia (y a la Corte en especial) sus propias iniciativas. Esta vez no hubo retos personales ni lágrimas: apenas un puñado de recuerdos del ex presidente Néstor Kirchner, mezclados con elogios y chicanas, claro, dedicados a la oposición.
Cristina Kirchner llegó sola al Congreso cuando el reloj marcaba las 12.30 y su gabinete en pleno la esperaba desde hacía una hora en los pasillos del palacio. Cierta tensión ya era palpable desde temprano. Un Carlos Zannini exultante se mostraba compinche con Mario Ishii, apoyado sobre una baranda a apenas medio metro de Ricardo Lorenzetti, presidente de la Corte, completamente aislado de la tertulia del poder previa a la llegada presidencial.
Julián Domínguez y Amado Boudou, los anfitriones, corrían apresurados los papelitos que cayeron de las gradas apenas Cristina pisó el estrado. No querían que nada perturbara la concentración presidencial. El caos se había apoderado del escritorio, sobre el que ella dejó una pila de apuntes subrayados con resaltador, escritos en distintos formatos, con palabras en negrita y grandes letras que la ayudaron a recordar las cifras que usó para destacar lo que se impone ya como eslogan de campaña. "La década ganada", jugó.
La Presidenta piloteó la idea de su propio alejamiento en 2015, habló de que algún día contaría detalles en lo que llamó sus futuras "memorias" y sin que nadie se lo pidiera, descartó una reforma de la Constitución. Un grito bajó como un rayo desde las gradas de la derecha. "Te queremos volver a votar", resonó una voz masculina en el silencio previo y eterno en el que se sumió el recinto apenas Cristina anunció que presentaría una batería de anuncios para "democratizar la Justicia".
"No se va a reformar ninguna Constitución, quédense tranquilos", dijo con tono relajado y casi de confesión. Y avanzó, ya con rigidez: "Los que pensaban que lo de la «democratización de la Justicia» era una excusa ¡que se olviden!". Se refería, claro, a la posibilidad de que el Gobierno, amparado en la reforma judicial, abriera la puerta para cambiar la Carta Magna y habilitara, de paso, un tercer mandato presidencial.
"Deje esa carpeta ahí", le espetó en tono de broma pero remarcando su poder a un Domínguez que ayer colaboró como pudo para ordenar el caos de papeles de la Presidenta. Era una carpeta de cartulina amarilla que contenía la ley, ya sancionada por el Congreso, que obligaba a los jueces a pagar el impuesto a las ganancias. Fue con esa carpeta en mano cuando puso en marcha su estrategia de traspasar las responsabilidades a la Corte, la encargada -en la visión de la Presidenta- de tener que modificar el régimen por el cual el Poder Judicial está exento del pago de ese tributo.
Lorenzetti la escuchaba desde la primera fila, ubicado de costado a la Presidenta. Ni se miraron. Aunque no hubo críticas directas, la lectura entre los funcionarios nacionales fue unánime. "Cristina le corrió el arco. Ahora le toca a él dar un gesto de igualdad ante la sociedad", describió un ministro.
El otro mensaje estuvo destinado a marcar un límite con Massa, a quien reprochó usar la seguridad "como instrumento político" y a Scioli, por su idea de emitir deuda para pagar los sueldos estatales. El gobernador, sentado junto a Lorenzetti, miraba su teléfono y tomaba agua directo de una botella que guardaba entre sus pies.
A tono con su estilo personalista, cerró con la voz quebrada. "Me voy a jugar la vida en no volver a descender en esa escalera hacia el infierno del que él nos sacó". Se puso de pie. Cayeron papelitos. La barra cantaba. Cristina se zambullía, minutos después, con la militancia en la plaza.

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